EL SOSLAYADO CURRÍCULO OCULTO

Luis Jaime Cisneros mencionaba que “el mundo moderno esta convulso. Las ideologías han contribuido a quebrar esperanzas e ilusiones y a despertar, por otro lado, reivindicaciones imposibles…. Los jóvenes necesitan que se les enseñe a superar sus temores, a que perseveren y tengan confianza”. Todos conocemos el currículo oficial que se desarrolla en todas las IIEE de nuestro país, aquel que promueve las intenciones generales del estado, pero paralelamente a ese también existe otro currículo no oficial, que también es ejecutado, ya sea de manera consciente o involuntaria: es el currículo oculto. Citando a Santos Guerra (s/f), podríamos definir el currículo oculto como “el conjunto de normas, costumbres, creencias, lenguajes y símbolos que se manifiestan en la estructura y el funcionamiento de una institución”. Y es que tan igual como el currículum oficial que desarrollamos los maestros, también el currículum oculto es una fuente casi inagotable de aprendizajes y, a veces, más perdurables que el primero. Cada uno de los docentes caminamos hacia el desarrollo de competencias mediante el tratamiento de determinados contenidos de las distintas áreas, pero, a la vez, también mediante nuestra actitud impartimos lecciones que van desde la solidaridad, el respeto, confianza en uno mismo, la perseverancia, entre otros, hasta mostrar posturas y perspectivas de tolerancia hacia las opiniones contrarias, identidad cultural, visión crítica de la realidad (entendiéndose esta como una crítica que cuestione la realidad que nos rodea, como menciona Virginia Zavala, que “desnaturalice o deconstruya las imágenes, significados y demás dispositivos que se instalan en el “sentido común” de las personas para legitimar la desigualdad y la jerarquización social”). Para nuestros estudiantes, así nos cueste aceptarlo, los profesores también somos el modelo de ciertos patrones de conducta que los estudiantes harán suyas, quién sabe que más que los conocimientos mismos. Y no nos referimos a que el profesor encarne absolutamente todos los valores humanos, de hecho que como personas, tenemos nuestros propios defectos (aunque algunos creen no tenerlos), pero se hace necesario practicar lo bueno, lo positivo, en todo caso enseñar a nuestros estudiantes a analizar y a discernir justamente lo bueno de lo malo, lo que nos humaniza de los que nos aleja del mismo. Pero, tampoco es un currículo enteramente cargado a los docentes, así parezca un cliché, todos educamos: los padres de familia educamos, las autoridades hacemos lo propio, los comerciantes, las personas naturales, igualmente. ¿Acaso no se ha naturalizado en nuestra sociedad (solamente circunscribiéndonos en Cangallo) la impuntualidad, la intolerancia, el chisme, la pereza en nuestro trabajo, el “saludito sonriente” hipócrita? No cabría la idea de promover igualdad y solidaridad en nuestros documentos rectores, en nuestros valores institucionales, si cuando tengo la oportunidad de hacerlo me muestro autoritario e insensible; fomentar la interculturalidad, cuando rechazo al otro; pedir puntualidad cuando llego tarde a mis responsabilidades; como institución pública o privada cerrar puertas de apoyo a los escolares (que son los más necesitados) cuando ante la comunidad despilfarro dinero en pos de una celebración pomposa. Es bueno ser autocrítico.

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