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OSWALDO REYNOSO Y 50 AÑOS DE "LOS INOCENTES"
Ficción y Deseo
(Entrevista publicada e la Revista Caretas, 6/4/11) Salido de boca de uno de sus personajes, el lema no podía ser más apetecible. Versaba así: “Hasta las últimas consecuencias de una vida intensa”. Atmósfera rockanrollera en medio de una Lima empobrecida, la frase pertenece a Los inocentes, emblemático libro que por estos días celebra 50 años de publicación.
En sus páginas, Oswaldo Reynoso (quien a su vez cumple 80 años) logró llevar la literatura del “caray” al “carajo”, habitándola de calle, jerga y los escarceos sexuales de una pandilla entrañable.
Los festejos llegan con homenaje a cargo del Centro Cultural de España y celebratoria exposición plástica inspirada en la obra y sus protagonistas como Cara de Ángel, El Príncipe y Colorete. Con la curaduría de Enrique Planas, la muestra contará con trabajos de Christian Bendayán, Miguel Aguirre, Jesús Ruiz Durand y Cherman, entre muchos otros. Salud.
–En Los inocentes afirmabas que en todo Lima está la tentación que te devora. ¿Te sigue devorando?
–A mí no, pero a los jóvenes sí. Como dice Oscar Wilde: la mejor manera de resistir una tentación es aceptarla.
–Cuando lo publicaste, te quisieron alejar del magisterio por obsceno.
–Me acusaron de corruptor de menores, de emplear un lenguaje procaz, que hablaba mucho de sexo, y Javier Valle Riestra, en una sesión del municipio cogió mi libro y dijo que debía impedirse su lectura y que parecía escrito por un podólogo, o sea, con los pies, y que había que cerrar el bar Palermo porque ahí se reunía gente de mal vivir, cuando todos los que nos reuníamos ahí éramos poetas. En el Perú falta ternura para tratar a los jóvenes, es un país muy duro con la juventud, demasiado duro. Aquí se cree que corregir a un niño es darle de azotes.
–¿Te corrigieron así?
–No, mis padres eran personas cultas. Mi padre tenía una biblioteca muy buena, ahí leí bastante, pero desgraciadamente en la rebelión del 50 en Arequipa, cuando Odría quiso volverse a reelegir, mis hermanos y yo tomamos parte activa en la revolución, yo tiraba bombas molotov, y mi casa fue invadida y la biblioteca saqueada.
Luego mi hermano recuperó parte de los libros en unos puestos delante del mercado. Antes de morir, ya en su lecho, mi padre me dijo: “Oswaldito, muero sin patria”. Eso me marcó, y yo he llegado a la conclusión de que mi patria es el rostro de la gente que yo amo.
Entrevista de Maribel De la Paz
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